Tecnofilia
Vivir en una sociedad que se hace llamar de las nuevas tecnologías y no ser un tecnófilo es prácticamente imposible, sobre todo si consideramos que la tecnología está presente en todas aquellas herramientas que contribuyen a facilitarnos la existencia y, ¡quién no desea vivir cada vez mejor!
En la era de las comunicaciones, Internet y la telefonía móvil son los mejores exponentes de estas nuevas tecnologías que, cual juguetes, en los últimos años han maravillado a grandes y chicos de todos los países y culturas, posibilitando niveles de conectividad nunca antes vistos.
Esta afición por las herramientas tecnológicas es lo que llamamos tecnofilia, que en palabras de Hugh McDonald es «la actitud de quien ve en el progreso técnico y científico la única esperanza para la futura felicidad de la humanidad»
Añade que por ello, a menudo una persona tecnófila «cree que la industria y el gobierno deberían invertir fuertemente en soluciones técnicas a problemas humanos -y al mismo tiempo- exige que el hombre aprenda a adecuarse a las exigencias de las nuevas tecnologías».
La clave está en no perder de vista que la tecnología está al servicio del ser humano y no al revés, por tanto se trata ni de “sobre” ni “sub” valorarla, sino de situarla al mismo nivel que otras experiencias o condiciones del entorno, a partir de las cuales construir la realidad.
La tecnofilia puede manifestarse de diferentes maneras que van desde un impulso irracional por adquirir todo aquello que está en la punta del avance tecnológico, hasta aquellos que han encontrado en las tecnologías una forma de resignificar un entorno vacío y carente de experiencias valiosas.
En el primer grupo podemos encontrar a muchas personas que llegan a obsesionarse con acceder a "lo último" en conexiones a Internet, móviles, videojuegos o electrodomésticos, por nombrar sólo algunos.
Para ellos, estos "juguetes" son demasiado atractivos como para dejarlos pasar y son capaces de postergar otras necesidades, en teoría más básicas, para adquirir tales objetos. Sin duda en dichos casos no es sólo la tecnofilia la que actúa, sino también una buena cuota de consumismo.
Por ejemplo, existen muchas personas mayores que gracias a los ordenadores e Internet se han abierto a un mundo lleno de posibilidades y relaciones sociales a las que -sin la Red- difícilmente accederían. Y a diferencia de lo que se podría imaginar, no son pocos.